Tan deseada por unos y tan odiada
por otros… llegó la primavera, lo que para unos supone la subida de las
temperaturas, más horas de luz, el rebrote de la naturaleza y el deseo de
permanecer más tiempo al aire libre.
Sin embargo, en estas fechas,
muchos de nosotros comenzamos a padecer síntomas que, por desgracia, ya nos
empiezan a resultar familiares: la alergia. En primavera florecen muchas de las
plantas que pueden causar alergia y es cuando el viento transporta el polen y
se concentra en el aire.
Diversos estudios epidemiológicos
realizados en Europa han ido demostrando un progresivo y sorprendente
incremento en su prevalencia, de hasta un 20% en la actualidad. Los principales
factores que se barajan como causa de este aumento son la falta de exposición a
gérmenes durante la temprana infancia (hipótesis de la higiene), la
contaminación o el cambio climático.
En el post de esta semana explicaremos
un poco más acerca de cómo se desarrolla este proceso, y qué debemos hacer para
reducir su impacto en nuestra vida diaria.
La alergia es una serie de
reacciones adversas que experimenta nuestro sistema inmune hacia determinadas
sustancias denominadas alergenos, que generalmente son inocuas y en la mayoría
de personas no causan ningún tipo de reacción. En nuestra vida cotidiana
estamos rodeados de este tipo de sustancias.
Así, la alergia es una reacción
exagerada del organismo ante una sustancia que él percibe como un agente
nocivo. Se trata de una patología muy molesta que además puede producir
irritabilidad, alteraciones en el sueño y afectación de la vida social y
laboral.
A pesar de que nuestro sistema
inmunológico está preparado para activarse cuando detecta agentes extraños,
ocasionalmente este sistema de defensa considera a algunos agentes externos
dañinos para el organismo aunque éstos no sean realmente peligrosos y es al
entrar en contacto con ellos cuando se produce una respuesta que es la que
causa los síntomas de la alergia. Las sustancias más frecuentes son el polen,
el polvo o algunos medicamentos, entre otras. Durante la estación primaveral
abundan los casos de alergia al polen porque, como hemos indicado
anteriormente, se trata de la época del
año en la que las plantas lo producen y lo esparcen a la atmósfera.
Fundamentalmente, el riesgo de
desarrollar la enfermedad viene dado por la conjunción de factores genéticos
(disposición atópica heredada) y ambientales (una exposición a pólenes
alergénicos). Las plantas que generan la mayoría de pólenes alérgicos son el
ciprés, el platanero de sombra, el olivo y las gramíneas.
La alergia primaveral suele
llegar acompañada de una serie de incómodos síntomas que deben ser vigilados,
sobre todo en casos de asma. Es frecuente que se detecte picor en la nariz o en
los ojos, moqueo con congestión nasal, tos en golpes o tras haber realizado un
esfuerzo, pitos al respirar, cansancio tras llevar a cabo ejercicios moderados,
ahogo, enrojecimiento, lagrimeo o molestias a la luz. Es aconsejable que si se detectan
uno o más de estos síntomas, acudas a tu médico de familia o pediatra.
Cuando aparece esta sintomatología
rinoconjuntival y/o bronquial, principalmente durante los días soleados, con
mejoría los días de lluvia y empeoramiento cuando hay viento (especialmente si
permanece en espacios abiertos), es muy probable que sufras una polinosis, más
conocida como fiebre del heno, sobre todo si los síntomas se repiten siempre en
la misma época del año.
Es importante saber que los
síntomas no aparecen la primera vez que el individuo entra en contacto con el alérgeno,
sino que es necesaria una exposición continuada al mismo para que el organismo
empiece a considerarla como una sustancia extraña y genere una respuesta
defensiva.
Los síntomas de alergia pueden
aparecer a cualquier edad, aunque el inicio suele ser más frecuente en la
infancia y en la juventud. Una vez que aparecen los primeros síntomas clínicos,
éstos tienden a persistir indefinidamente en el tiempo, e incluso a agravarse
(alrededor de un 45% de los pacientes puede terminar desarrollando asma
bronquial).
No obstante, un pequeño porcentaje de
pacientes puede presentar remisiones de la sintomatología espontáneas. La
severidad de las manifestaciones clínicas depende de la cantidad de polen
liberado y de la exposición del paciente a él durante la estación polínica
específica: es por ello que suele variar de año en año.
La buena noticia es que la
mayoría de los pacientes, especialmente a partir de la cuarta o quinta década
de la vida, van experimentando una lenta remisión de los síntomas, aunque
tampoco se produce en todos los casos.
La prevención es esencial para
disminuir los efectos de la alergia al polen, para lo cual debes seguir algunas
pautas sencillas:
- Ante la sospecha de alergia,
acudir al especialista para que mediante las correspondientes pruebas nos
permita conocer cuáles son los pólenes que nos afectan y sus épocas de polinización
para poder disminuir la exposición.
- Ducharse y cambiarse de ropa al
llegar a casa. Procurar no tender la ropa en el exterior, sobre todo los días
de recuentos altos, ya que los granos de polen pueden quedar atrapados en los
tejidos.
- Se recomienda ser especialmente
cuidadosos con la limpieza de la casa y eliminar los elementos que acumulen
polvo o polen como alfombras o muñecos de peluche.
- Viajar en coche con las
ventanillas cerradas.
- Evitar actividades que puedan
remover partículas de polen: cortar el césped, barrer la terraza, etc.
- En caso de alergia al polen de
gramíneas, no es recomendable tumbarse sobre el césped.
- Permanecer el mayor tiempo
posible dentro de casa durante los días de mayores concentraciones de pólenes,
especialmente los días de viento.
- No dormir cerca de fuentes de
pólenes alergénicos (árboles o plantas). Si se tiene jardín, evitar tener
plantas que polinicen por el aire.
- Se deben evitar los ambientes
contaminados y protegerse de las infecciones respiratorias que pueden provocar
una crisis.
- Pulverizar la casa con agua
puede servirte como truco para antes de dormir. Pulveriza agua en tu dormitorio
para que los pólenes que hayan entrado durante el día se depositen y dejen de
flotar en el aire.
- Aprovechar la noche y las
primeras horas del día: El polen solo se libera durante el día por lo que
cuando cae el sol y las primeras horas del día son el mejor momento para salir
a la calle.
-Es altamente aconsejable seguir
siempre los tratamientos prescritos por el médico y acudir a los controles
rutinarios. También se recomienda mantenerse informado del calendario de
polinización y los recuentos polínicos que las instituciones ponen a nuestra
disposición.
El alergólogo deberá instaurar un
tratamiento médico para reducir y controlar la aparición de la sintomatología.
Entre los productos eficaces para sobrellevar la alergia podemos encontrar:
- Las soluciones salinas son de
gran ayuda para limpiar las fosas nasales después de haber estado en contacto
con el alérgenos.
-El uso de lágrimas artificiales
humectantes y lubrificantes puede ayudar a disminuir la sensación de fatiga
ocular.
- Tratamiento sintomático
(corticoides, antihistamínicos, etc.) durante el período de polinización que
curse con síntomas. Este tratamiento no cura la enfermedad, simplemente alivia
los síntomas. Existen algunas presentaciones que pueden dispensarse sin receta
médica.
- Inmunoterapia (vacunación personalizada) para
disminuir el grado de alergia a los pólenes responsables, y de esta manera
disminuir o incluso llegar a eliminar la necesidad de medicación sintomática.
La vacuna previene la evolución de la sintomatología hacia el asma bronquial.
Este tratamiento sí es parcialmente curativo, pudiéndose discontinuar en la
mayoría de los casos al cabo de los 3-5 años. La OMS reconoce la inmunoterapia como
el único tratamiento que puede alterar el curso natural de las enfermedades
alérgicas.
Finalizamos el post recordando
que es muy importante cumplir el tratamiento completo y no automedicarse.
Si tienes alguna duda o necesitas
más información, no dudes en preguntarnos, dejando tu comentario o poniéndote
en contacto con nosotros.